Esta es la segunda y última parte de la serie «Vestir para desaparecer». Puedes leer la primera parte aquí:
La cultura que subyace a la moda, su infraestructura, moldea el sujeto y lo posiciona ante el otro, construye las narrativas que presentamos al mundo. La infraestructura es una línea que nos guía sin que nos demos cuenta: nos propone las prendas que vestimos cada día, que nos vuelven aceptables y nos conforman como parte del grupo. Asumir esta línea puede traernos paz, incluso seguridad, la tranquilidad de que todo funciona como siempre.
Si una prenda se adapta a un cuerpo que la usa, la adaptación es la consecuencia del uso. Podemos vislumbrar, en la historia de la prenda que sienta mejor cuanto más se usa, el inicio de otra historia: el uso puede significar menoscabar su receptividad hacia otros. La prenda que sienta bien a la forma de un cuerpo que la usa puede que no siente tan bien a aquellos con una forma distinta. Es por eso que a una institución le llamo una prenda muy usada: ha adquirido la forma de los que la suelen llevar de tal manera que es más fácil de usar si tienes esa forma.1
La infraestructura nos indica una línea institucional que puede ser dolorosa de seguir, nos impone una prenda que igual no nos sienta bien2. Si vemos que nos desviamos de la línea, o nos torcemos, tratamos, desde la ropa, de volver a ella: poniéndonos un traje para no desentonar en la oficina, un vestido de gala como señal de deferencia en una celebración, o ropa acorde a nuestro sexo para evitar una paliza de los matones en el colegio. Vestir para desaparecer puede significar amoldarnos a la conformidad del grupo, desaparecer para no ser vistos más de la cuenta y, así, ser percibidos como parte del grupo, como aceptables. En muchos entornos, ser visible nos expulsa o nos pone en peligro. Vestir para desaparecer es asumir cierta norma, por muy anormal que sea esa norma, es mantener la infraestructura invisible.
Hoy vemos a mujeres que visten para descentrar la mirada masculina, lo que es otra manera de decir que se visten para no gustar a los hombres, podríamos decir que para dejar de ser objeto de su acción.
Visten para desaparecer.
Estas mujeres han decidido dimitir de la presión de la amenazante mirada masculina. Curiosamente, para desaparecer, el juego que ponen en práctica rompe la infraestructura y la hace visible. Este trabajo de romper la infraestructura es eminentemente político y delata su carácter aprendido: al reparar en estas mujeres, vemos también a las demás, las que visten cómo deberían. Probablemente, para muchos hombres espantados con el feminismo, el gran dolor viene del tambaleo de esta infraestructura. Sin infraestructura que soporte su poder, se quedan sin guía para seguir adelante como los únicos sujetos que actúan. Por otra parte, al descentrar la mirada de los hombres, las mujeres reclaman su propio espacio, deciden desaparecer como objeto de acción ajena y tomar las riendas de su devenir. De alguna manera, se muestran como sujetos. Poniendo en práctica la moda, ganan capacidad de acción, creando su propia norma.
Pasa algo parecido en algunos colectivos queer, cuyos miembros, habiendo estudiado la infraestructura con detenimiento —como mecanismo de supervivencia—, exploran nuevas maneras de presentarse. Tras una infancia y adolescencia tratando de diluirse en la infraestructura, transforman ese trabajo en sensibilidad para dar forma a un sujeto más parecido a sí mismo: con fronteras más difusas entre lo masculino y femenino, con apropiaciones descaradas y la puesta en práctica de la sexualidad y lo kink como parte central del adorno. Imitando a quienes quieren ser, poco a poco, devienen.
En Japón, las personas «[…] no quieren ser una versión elevada de ellas mismas […]; quieren ser alguien completamente diferente»3, tal vez a raíz de un desenlace humillante en la Segunda Guerra Mundial. Desde occidente, observamos claramente un abordaje particular a la moda desde ese país porque no hemos aprendido su infraestructura. Lo curioso es que ellos mismos han sido conscientes de esa línea que los guiaba y han decidido definir el personaje que presentan al mundo a través de la puesta en práctica de imaginarios comunes, a través de una imitación clara de la ficción.
Todos estos abordajes toman, de manera consciente, la moda como objeto-frontera y lo trabajan para darle significados en función de los entornos en los que se mueven, desapareciendo en algunos contextos, apareciendo dramáticamente en otros. Desplegan el poder de romper la infraestructura para incorporar nuevas maneras de poner en práctica la moda. La forma más extrema de esta puesta en práctica se da en el sector de la moda y todo lo que lo rodea. En este caso, la moda es tanto un hacer como una puesta en práctica, con todo el peso que implica tener una infraestructura plenamente visible en todo momento. Lo que llevas puesto no es sólo parte de tu personaje sino un trabajo analizado constantemente por una mirada experta. La delgada línea entre un acierto y un paso en falso es percibida de manera tan intuitiva como incisiva y, además, altamente política —quién hace y quién pone en práctica importa, en ese mundo—. Esta vivencia agotadora, especialmente vigente en el sector de la moda, no deja de estar latente en los ejemplos anteriores.
Cuando rompemos la infraestructura de la moda, además de poner la moda en práctica, estamos haciendo, estamos trabajando en la configuración de una nueva infraestructura. El peligro radica en que los mismos moldes dolorosos de la infraestructura preexistente pueden establecerse también en la nueva, mientras esta se mantenga invisibilizada. Una nueva norma trae consigo el desarrollo de nuevos mecanismos de exclusión.
Por un lado, vestir para desaparecer significa imitar para borrarse y vivir en paz, asumiendo la infraestructura existente. Por el otro, puede significar romperla y hacerse visible; pero eso supone, en consecuencia, apartarse.
Sumergida por mucho tiempo en pensamientos profundos sobre el valor de la oscuridad, y los placeres de no tener nombre y ser como una ola que vuelve a las profundidades del mar; pensando en como la oscuridad libera la mente de los fastidios de la envidia y el despecho; como hace que corran en nuestras venas las aguas libres de la generosidad y la magnanimidad; […]4
Este apartarse es una nueva línea a seguir que, si queremos evitar que se vuelva rígida y normativa, implica un trabajo a largo plazo. Este trabajo recurrente es una reflexión constante sobre los fundamentos y los mecanismos que nos llevan a vestirnos como nos vestimos y a excluir a otros por vestir como se visten. Si, además, es generoso y no pierde de vista esa orientación, puede ser un antídoto contra la trampa de la competición. Un trabajo de diseño que nunca se acaba y que puede acercarnos a ese personaje de ficción que imitamos para devenir nosotros mismos y, entonces sí, desaparecer.
Este y los demás textos que escribo son fruto de muchas horas de investigación y lectura. Si quieres apoyar mi trabajo, puedes compartir este texto, dejarme un comentario con tus impresiones, o invitarme a un café :)
Sara Ahmed, What’s The Use, 2019, Duke University Press.
En el original: «If a garment becomes more attuned to a body that uses it, attunement is a consequence of use. We can glimpse in the story of the garment that clings better the more it is worn the beginning of another story: use can mean the lessening of receptivity to others. The garment that clings to the shape of a body wearing it might cling less well to those with a different shape. This is why I call an institution a well-worn garment: it has acquired the shape of those who tend to wear it such that it is easier to wear if you have that shape.» (traducción propia)
Sobre las líneas a seguir y las orientaciones, es esencial leer a:
Sara Ahmed, Queer Phenomenology, 2006, Duke University Press.
Nick Haramis, ‘How Avant-Gard Japanese Designers Forever Changed the Way We Dress’, The New York Times, 22-4-2025.
En el original: «[…] people don’t want to be elevated versions of themselves […]; they want to be someone else altogether» (traducción propia)
Virgina Woolf, Orlando, 2015 [1928], Oxford World’s Classics.
En el original: «Sunk for a long time in profound thoughts as to the value of obscurity, and the delight of having no name, but being like a wave which returns to the deep body of the sea; thinking how obscurity rids the mind of the irk of envy and spite; how it sets running in the veins the free waters of generosity and magnanimity; […]» (traducción propia)
Gostei muito deste texto denso, bem pensado e bem escrito. Espero que continues!