En días lluviosos como estos, tanto como en los soleados, pienso mucho en el verano. En verano me veo la piel morena y las ojeras se disimulan bajo el tono tostado de mi cara. En verano, aflora el deseo y escribo más en mi diario, me saco fotografías al espejo y observo la marca en la piel que deja la costura del bañador, allá donde termina el tono bronce y empieza la evidencia de las horas de entresueño bajo el sol: frontera erótica que me reafirma en la categoría de deseable o, como mínimo, apetecible, como un helado de stracciatella al salir de playa. Sencillo, pero sabroso.
En días lluviosos, como estos, miro por la ventana y pasan los minutos y las horas mientras los coches hacen la curva apretada, uno tras otro, hacia carrer del Carme. Leo y me duermo, en días como estos.
En días grises, me construyo y me desestructuro, no escribo porque no quería salir y está a borranhar.1 La llovizna coarta mi plan de quedarme en casa voluntariamente y me encierra por la fuerza. Contrariado, espero a que afloje para ir a dar una vuelta. Entre chubasco y goteo tengo excusa para no revisar un capítulo de la tesis que lleva de parto cinco días.
Las gotas que retumban en el toldo del vecino se entrelazan perfectamente con la suavidad de las sábanas arrugadas de tanto jaleo: una banda sonora perfecta para recuperar el aliento, mirar al techo y retomar el hilo de la transformación (la que tengo que describir en mi tesis, que no me abandona).
Llevo unos días (años, jeje) dándole vueltas a la idea de transformación, sus diferencias con el cambio, y por qué (me) importa. En días lluviosos, como estos, nos acercamos a la ventana para interpretar el estado del día, para entender si las gotitas aisladas se han convertido en lluvia persistente, si el día se ha vuelto brumoso o si nos engaña la percepción. Ya no llueve tanto, ¿salimos?
La ropa seca que camina bajo las últimas gotas cambia con tal lentitud que su transformación no se percibe hasta que vuelvo a casa y me constato alagado, transformado porque he salido a coger aire y porque mi pelo me da ese aire de genuina despreocupación, un wet look como el de esos momentos tórridos saliendo del mediterráneo, refrescado y confiado. Cuelgo la ropa mojada, veo mi reflejo borroso en la ventana y sé que la distorsión de mi imagen en el cristal translúcido es la misma que me transforma en verano. También en verano se deforma la percepción por la lluvia.
Decía el poeta:
Eu não sou eu nem sou o outro,
Sou qualquer coisa de intermédio:
Pilar da ponte de tédio
Que vai de mim para o Outro.Mário de Sá-Carneiro
En días lluviosos, como estos, la transformación no es más que un puente de la percepción, de mí hacia el otro, ya sea mi otro yo o vosotras mismas. Sin apenas cambios, todo es tan distinto bajo la luz de agosto.
Con el ocaso de las nubes, empieza tal vez esa transformación hacia mi yo de verano.
Objets-trouvés
❤️🩹 La poesía de Biel Mesquida.
🥵 La Boiler Room de Charli XCX en NY.
🙅 El carácter olvidadizo de la moda, o la indiferencia inexorable del capital.
💘 Llorando con La Llorona.
No he sabido si «está a borranhar» se dice sólo en Leiria o es algo más extendido. En cualquier caso, se refiere a que está lloviznando.