Diario de viaje es una sección puntual de Diarios de un ex-millennial en la que publico las cosas que escribo cuando estoy de viaje. No hay mucho material, así que esparciré estos diarios en el tiempo. Si te gusta, me ayuda que compartas la publicación :)
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28 de julio – Madrid
Llevo varias semanas dándole vueltas a recuperar la escritura (y cualquier excusa es buena para comprar otra libreta).
Todo empezó con la necesidad de documentar mis avances en el doctorado, o falta de ellos. Quería hacer unas crónicas —mi madre propuso algo tipo podcast, me gusta— para sentir esa presión social y obligarme a avanzar regularmente, cosa que me cuesta muchísimo.
Leer siempre inculca las ganas de escribir y habiendo terminado «A Sangre Fría» de Truman Capote, ahora las tengo. Todo ha culminado con la lectura del recientísimo y modernísimo «Agua y Jabón», de Marta Riezu. Y con el regalo de Sandra, un sacapuntas de mesa.
Como no sé por dónde empezar, lo haré un poco más tarde.
30 de julio – Copenhague
Ha pasado un mes. Mientras tanto, dejé Madrid, donde compré la libreta, y estuve en Francia, de vuelta a casa y, este finde, estuve con
y Manu en Copenhague.Recuerdo que quería escribir sobre lo bonito que me pareció el Museo Sorolla y en la relación que hice entre sus escenas en la playa con mujeres llevando sombreros con un tipo de velo al viento y la película de Visconti «Muerte en Venecia».
Hoy quería intentar resumir los días en Copenhague con Marta y Manu. Copenhague se hizo con poca música porque iba acompañado, pero tiene sonido de música electrónica bajo la lluvia y el viento.
Copenhague sabe a tacos, hamburguesas y bollo de canela. Copenhague es esquivar bicicletas, perseguir a gente bien vestida y entrar en muchas tiendas. Es reflexionar sobre qué me produce placer en el trabajo y sobre lo que todavía queda por hacer. Intentaré hacer un resumen de lo que observé y me gustó.
Lo más relevante pasó entre viernes y sábado. Hago memoria y la sensación que tengo es de que hicimos tantísimas cosas como si hubiéramos estado una semana.
Viernes desayunamos croissant cuadrado en apotek 57, la cafetería de la tienda de cerámica y muebles Frama. Por lo general, las cafeterías de la ciudad tienen ese aspecto que te esperas de mood hygge, espacios abiertos, suelos de cemento, muebles minimalistas. El café está siempre bueno y la canela es el ingrediente estrella de los bollos —me enamora como Marta dice ¡bollos! antes de entrar a las cafeterías—.
Llovía un poco por la mañana, decidimos ver las tiendas del centro. Mango destaca por la densidad de prendas y muebles. En general, las tiendas se presentan muy limpias y todos los vendedores saludan con sonrisa; nos captan como guiris enseguida y nos hablan en inglés sin dudar.
Además de la disposición de elementos, el mobiliario, layout, etc., lo interesante de todas estas tiendas de marcas «locales» es la mezcla sin pudor de artículos propios con piezas de otras marcas, o incluso artículos ajenos, aunque cercanos, a su negocio core. Compramos revistas en Wood Wood y Henrik Vibskov, tomamos café en Arket y, como decía antes, desayunamos en apotek 57 de Frama. Las marcas ganan entidad con su personalidad, las tiendas no son contenedores de producto, son el reflejo de la manera de ser de la marca, como para nosotros lo es nuestro piso. Allí encontramos parte de nosotros y cosas externas que nos representan. Allí podemos invitar a que los visitantes conversen con nosotros, nos conozcan en más de una faceta.
La otra categoría de tiendas que vimos es la de tiendas de segunda mano o vintage. Se nota el poder adquisitivo, al ver la calidad y las marcas y allí se venden. Aquí también identifico dos tipos: las grandes, «de toda la vida», con muchísima cantidad de prendas, para bucear y encontrar, quizá, algún tesoro y, como mínimo, esa prenda mona que te gusta y tal vez no necesites. Pero estás de viaje. Para mí, Episode cumplió ese papel. Por otro lado, las «especiales», tiendas pequeñas con una selección exquisita, a las que vas a enamorarte y a (intentar) no caer en la tentación. Liafi Studio es de esas1. Allí no resistí a ese plumífero de Acne Studios.
Siempre que viajo, me imagino viviendo en esos destinos. En una ciudad como Copenhague, te planteas si no estarías mejor allí, con esa «calidad de vida», también entendida como «sueldos mucho más altos que en España».
Hablábamos Marta, Manu y yo de esa espinilla de «vivir fuera» y sueño con poder estar unos meses en NY, o Londres, o París. Porque, si bien no me imagino allí indefinidamente, sí tengo la ilusión de experimentarlo.
Y, de proyectarse viajando, a proyectarse creando, inspirado por Space102, el laboratorio de diseño e investigación financiado por IKEA para, precisamente, hacer que las ideas salgan de la burbuja. Me imagino cómo sería un espacio de encuentro, de intercambio de conocimiento y valor aquí. Un lugar en el que imaginar y vivir «lo que será» o, por lo menos «lo que podría ser» el futuro.
Ilusiones de «lo que vendrá», o de «lo que podría venir», de la mano de experiencias bien reales de la mano de Marta y Manu, comiendo tacos y hamburguesas —especial mención a la de POPL, con Dry Martini y playlist ideal incluidos—.
A repetir.
Mientras tanto, Liafi Studio cerró.